Por Olivier Soumah-Mis Coach
Interculturalista especialista de la cultura mexicana
Me asombra el abismo que existe
entre lo que leo en las redes sociales sobre México como país para invertir,
para atraer la inversión extranjera y la triste y cruda realidad, cuando
quieres adéntrate en las estadísticas y números sobre la realidad socio
económica del país.
México, una tierra de vibrante
cultura, riqueza natural y una posición geopolítica envidiable, es percibido
ante los ojos del mundo como un país emergente con potencial ilimitado. Sin
embargo, detrás de esta imagen de progreso se esconde una realidad socioeconómica
muy frágil, marcada por contradicciones profundas que amenazan su estabilidad y
desarrollo. Si bien su economía ocupa el lugar número 15 a nivel mundial y se
posiciona como el séptimo productor automotriz del planeta, sus cimientos están
minados por desigualdades estructurales, dependencias externas y una violencia
crónica. Este es el retrato de un gigante que avanza, pero cuyos pies de barro
podrían derrumbarlo en cualquier momento.
Crecimiento económico: Un
espejismo de prosperidad
El sector automotriz, es un buen
ejemplo. Es responsable del 3.5% del PIB y emblemático del
supuesto éxito exportador, ejemplifica esta vulnerabilidad: México ensambla
millones de vehículos al año, pero cuando escucho los políticos actuales hablar
de “nuestro sector automotriz”, no tiene sentido, México no cuenta con una
marca nacional. En realidad este sector no es suyo, 100% de estas empresas
son extranjeras y pueden decidir irse a otro mercado si necesario, cuando
quieran. Les recuerdo que todas las plantas del mundo se instalaron en China,
pero después del Covid-19 muchísimas se salieron para acercarse más a sus
mercados meta, lo que se llamó el Nearshoring. Lo que le paso a China le puede
pasar a México en cualquier momento, la diferencia, es que China aprendió de
estas empresas que se implantaron en su mercado y ahora compite en todo con sus
propios productos, lo que México no supo hacer. Las armadoras son en su
mayoría extranjeras (General Motors, Ford, Nissan, Kia, BYD, etc.), lo que
convierte al país en un "empleado" de cadenas globales, sujeto a
decisiones externas, no existe en México una verdadera política industrial. La
amenaza de aranceles, como los propuestos por el gobierno de Donald Trump, o la
relocalización de plantas a otros países, dejan al descubierto la precariedad
de este modelo.
Remesas y economía informal:
Un parche para la pobreza
En México, aproximadamente
el 55% de la población ocupada trabaja en el sector
informal. Este porcentaje ha fluctuado ligeramente en los últimos
trimestres, pero se mantiene en un nivel alto. La contribución del sector
informal a la economía en 2023 representó el 25% del Producto Interno Bruto
(PIB) nacional en valores corrientes. No es solo un síntoma de
desigualdad, sino un círculo vicioso: perpetúa la evasión fiscal (solo el 16%
de los mexicanos paga impuestos), limita la inversión pública y condena a generaciones
a empleos precarios. Peor aún, esta "economía de supervivencia"
coexiste con una élite empresarial que concentra la riqueza: el 1% más
adinerado posee el 33% de los ingresos nacionales, según el World
Inequality Lab.
Pobreza, educación y
violencia: Las cadenas del subdesarrollo
La violencia, por su parte, actúa
como un lastre económico y social. Con más de 40,000 homicidios anuales y
una guerra contra el narcotráfico que ha dejado más de 450,000 muertos
desde 2006, la inseguridad ahuyenta inversiones, desplaza comunidades y
normaliza la impunidad (solo el 1% de los delitos se
resuelven). Ciudades como Tijuana o Celaya registran tasas de homicidio
comparables a países en guerra, mientras que el crimen organizado diversifica
sus actividades hacia la minería ilegal, el robo de combustibles y la
extorsión.
Dependencia de Estados Unidos:
Un abrazo peligroso
¿Qué decir de la Reforma
Judicial? Que va a generar un sistema judicial que estará completamente
controlado por el partido al poder, es el fin de la joven y frágil democracia
mexicana. Eso va a ahuyentar a la inversión extranjera, no habrá certeza
judicial en caso de conflictos. Además el crimen organizado propuso sus propios
candidatos a puestos importantes.
Podemos añadir una sociedad mexicana
totalmente atónica, dormida, en muerte cerebral. Una sociedad que no cuestiona,
que no exige, que no se molesta o enoja, y hay 1000 razones al día de estar muy
molesto, pero no, como dicen los mismos mexicanos: “¿Qué podemos hacer”? “Siempre
fue así” “Ni modo”. “No pasa nada”. Y si pasan muchísimas cosas muy malas en el
país.
Conclusión: ¿Hacia dónde
caminar?
A eso le añadimos un gobierno al
poder voraz que quiere controlar TODO el poder y una sociedad que no presiona y
que no exige resultados, el cambio no es para mañana.
El título de este artículo de "gigante con pies de barro" no es una condena, sino una advertencia: México tiene todo para ser potencia, de hecho debería serlo desde hace mucho tiempo, pero solo lo logrará si enfrenta sus contradicciones y sus demonios. De lo contrario, seguirá siendo un gigante que camina, pero que nunca alcanza a correr. Quizás lo que falta es una verdadera voluntad política, y una voluntad de cambio por parte de la sociedad mexicana.
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