Por Olivier Soumah-Mis, coach cultural ejecutivo
En el ámbito de las relaciones internacionales, existe un enemigo insidioso que socava los acuerdos y las colaboraciones: la palabra. No su existencia, sino su interpretación cultural profundamente arraigada. Hablamos el mismo idioma, a menudo el inglés comercial o el idioma local, utilizamos los mismos términos técnicos y, sin embargo, no significamos lo mismo. Esta discrepancia semántica, este pequeño grano de arena cultural, puede frenar los motores más potentes de la cooperación mundial. Ya se trate de negociaciones comerciales o de la gestión de un equipo local, esta diferencia semántica puede convertir una oportunidad en un fiasco.
El espejismo del entendimiento común
El error fatal es creer que, porque una palabra existe en dos idiomas o
se utiliza en una jerga internacional, tiene un significado universal. En
realidad, cada cultura carga las palabras con sus valores, sus prioridades y su
relación con el mundo. Veamos algunos ejemplos concretos, auténticas bombas de
relojería relacionales:
1. «Tout de Suite» / «Ahorita»: el gran malentendido temporal
o Para un alemán (cultura Monocrónica): «Tout de suite» significa
inmediatamente, en los próximos minutos. El tiempo es lineal, segmentado,
precioso. Un retraso es una falta profesional.
o Para un mexicano (cultura Policrónica): «Ahorita» es notoriamente
elástico. Puede significar en unos minutos, en una hora, esta tarde o incluso
mañana. El tiempo es fluido, relacional; la interacción humana en curso prima
sobre el calendario estricto. Consecuencias: El alemán percibe al socio
mexicano como poco fiable o despreocupado. El mexicano encuentra al alemán
rígido, presionante y descortés. Se incumplen los plazos, se erosiona la
confianza y un contrato puede fracasar por este simple malentendido repetido.
2. «Calidad»: un ideal con mil caras
o Para un japonés: La calidad es sinónimo de perfección, cero defectos,
procesos meticulosos y durabilidad absoluta. A menudo se sacrifica en aras del
coste o del plazo. El «Kaizen» (mejora continua) es una mentalidad.
o Para un socio ugandés (en un contexto en el que la robustez y la
reparabilidad son cruciales): La calidad puede dar prioridad a la funcionalidad
en condiciones difíciles, a la facilidad de reparación con medios locales y a
una relación coste/durabilidad adaptada al mercado. La perfección «japonesa»
puede parecer innecesariamente costosa y compleja. Consecuencias: El proveedor
japonés entrega un producto técnicamente perfecto, pero demasiado caro y
difícil de mantener en Uganda, lo que lo hace invendible. El comprador ugandés
se siente frustrado por lo que percibe como una obstinación inadecuada. La
asociación comercial fracasa por falta de alineación en la definición
fundamental de «calidad».
o En una cultura Monocrónica (EE. UU., Alemania, Suiza...): La urgencia
desencadena una reacción inmediata, una priorización absoluta, a menudo en
detrimento de otras tareas. Los plazos son cortos y sagrados.
o En una cultura Policrónica (Oriente Medio, América Latina, África...):
La urgencia existe, pero se inserta en el flujo de las relaciones y compromisos
existentes. Presionar en exceso puede percibirse como una falta de respeto o
como pánico. Consecuencias: El gerente monocrónico envía correos electrónicos
marcados como «URGENTE» cada hora y se enfada por la falta de capacidad de
respuesta. El equipo policrónico se siente acosado, mal considerado e incluso
puede ralentizar el trabajo por resistencia pasiva. El proyecto se retrasa y el
ambiente se vuelve tóxico.
Palabras clave con fuertes connotaciones culturales: otras trampas
concretas
• «Sí»:
o En Japón, un «Hai» puede
significar «He oído», «Entiendo» o «No quiero contrariarte diciendo que no
ahora mismo», muy lejos de un acuerdo firme. Consecuencia: el occidental cree
que se ha llegado a un acuerdo, mientras que el socio japonés considera que las
discusiones continúan. Bloqueo más adelante en el proceso.
• «Contrato»:
o En EE. UU./Europa: documento
legal definitivo, casi sagrado.
o En algunas culturas asiáticas
o de Oriente Medio: marco inicial para una relación, abierto a renegociación a
medida que evoluciona la relación y las circunstancias. Consecuencia: el
occidental grita mala fe cuando se solicita una modificación, el socio
considera que actúa con normalidad. La relación se rompe.
• «Plazo» (Deadline):
o En Alemania: fecha límite
imperativa.
o En algunas culturas
mediterráneas: objetivo a alcanzar, pero con la flexibilidad esperada si es
necesario. Consecuencia: Entregas retrasadas, sanciones no comprendidas,
pérdida de reputación.
Consecuencias que van más allá de un simple malentendido
Estos «pequeños» malentendidos semánticos no son insignificantes. Provocan:
1. Pérdidas financieras colosales: proyectos retrasados, contratos rescindidos, sanciones, costes de
renegociación, pérdida de mercados.
2. Erosión de la confianza: cada malentendido alimenta los estereotipos
(«no son fiables», «son inflexibles») y destruye el capital relacional esencial
para los negocios.
3. Conflictos y deterioro del
clima: frustración,
resentimiento, tensiones dentro de los equipos multiculturales.
4. Oportunidades perdidas: las asociaciones potencialmente fructíferas nunca llegan a
materializarse debido a un malentendido inicial sobre el significado de un
término.
El caso ilustrativo del director expatriado: cuando la gestión se
convierte en un campo minado semántico
Marc, director francés, llega a México para dirigir su nuevo equipo
local. Su fluido inglés oculta un abismo cultural.
Las palabras
trampa y sus consecuencias
Término utilizado por Marc |
Lo que quiso decir |
Lo que el equipo entendió |
Consecuencias |
Plazo
Firme |
«Entrega
imperativa el viernes a las 17:00». |
«Objetivo
ideal, adaptable si es necesario». |
→ Informe
entregado en el transcurso de la semana siguiente → Cliente insatisfecho →
Pérdida de 50 000 €
de bonificación. |
Retroalimentación
sincera |
«Critica
abiertamente mis ideas». |
«Es el
jefe. Ser cortés, evitar el conflicto». |
→ El
equipo oculta un problema técnico → Retirada del producto con un coste de 500
000 €. |
"Autonomía" |
«Tomen
iniciativas y sus propias decisiones sin mí». |
«No
quiere involucrarse». |
→
Decisiones contradictorias → Gran volumen de trabajo adicional → 3 renuncias. |
• Ambiente: Desconfianza generalizada. El equipo apoda
a Marc «el Bulldozer».
• Productividad: el 40 %
del tiempo se pierde en reuniones para aclarar dudas, corregir errores y
reprochar.
• Costes ocultos:
o Formación para sustituir a un
empleado clave que se ha marchado: 30 000 €.
o Multas por retrasos
acumulados: 120 000 €.
o Descenso del 25 % en la
productividad durante 6 meses.
La solución: la humildad semántica
¿Cómo evitar estas trampas?
1. Nunca dar por sentado que se ha entendido: «¿Qué entiende exactamente por...?» debe
convertirse en un reflejo para las palabras clave (plazo, calidad, acuerdo,
urgencia, flexibilidad, etc.).
2. Busque lo concreto:
Pida ejemplos, escenarios. «¿Qué significa para usted «calidad» en este
proyecto concreto?».
3. Aclare por escrito (con prudencia): resuma los acuerdos precisando el significado de los términos
cruciales, pero manténgase abierto al debate (el documento no tiene por qué
percibirse como definitivo en todas partes).
4. Educarse culturalmente: comprender las grandes orientaciones
culturales (monocrónico frente a policrónico, universalista frente a
particularista, etc.) de los socios ayuda a anticipar las zonas de fricción
semántica.
5. Implicar a mediadores
interculturales: en las
negociaciones cruciales, su papel es muy valioso para descifrar lo implícito.
Conclusión:
En el delicado ballet de los asuntos internacionales, las palabras no
son simples etiquetas neutras. Son portadoras de cultura, cargadas de historia
y valores implícitos. Ignorar esta dimensión semántica, creer en una
universalidad lingüística ilusoria, equivale a navegar en aguas desconocidas
sin mapa ni brújula. El verdadero acuerdo internacional no comienza con una
firma, sino con un entendimiento compartido, palabra por palabra, de lo que
cada uno realmente pone detrás de los términos utilizados. La clave del éxito
reside en la humildad de reconocer que nuestra propia interpretación es solo
una posibilidad entre otras, y que una gran negociación a menudo comienza con
una simple pregunta: «¿Qué quiere decir realmente con eso?».
El liderazgo intercultural es un diálogo permanente sobre el significado
La historia de Marc no es en absoluto un caso aislado. Revela una verdad
crucial: el primer reto del líder expatriado no es técnico, sino semántico y
relacional. Gestionar un equipo multicultural exige mucho más que hablar un
idioma común. Implica un trabajo constante de descodificación, clarificación y
ajuste del propio lenguaje y de las propias expectativas.
Las palabras son las herramientas del directivo. Pero cuando estas herramientas se ven
mermadas por la incomprensión cultural, perjudican al equipo, sabotean los
resultados y suponen un coste muy elevado para la empresa. La clave del éxito
reside en reconocer que cada palabra clave («plazo», «calidad», «urgencia»,
«acuerdo») debe ser objeto de una negociación explícita de su significado con
el equipo local. Es este diálogo paciente y humilde sobre el significado real
lo que transforma un choque cultural potencialmente destructivo en una
colaboración rica y eficaz. El verdadero liderazgo intercultural comienza con
esta pregunta: «Cuando digo X, ¿qué entendéis vosotros?».
Tanto en los negocios internacionales como en la gestión de expatriados,
el verdadero contrato comienza cuando las palabras recuperan su significado
compartido. Un «plazo», una «calidad» o una «urgencia» no se decretan: se
construyen conjuntamente a través del prisma cultural. El error fatal es creer
que el lenguaje es neutro. ¿La solución? Hacer de cada palabra clave un objeto
de diálogo y de cada malentendido una oportunidad de aprendizaje.
«Tenemos cien lenguas, pero mil formas de
entenderlas.
El éxito internacional pertenece a aquellos
que escuchan antes de hablar».
Proverbio intercultural.
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